domingo, 22 de enero de 2017

Bautismo

           Convertirse en un discípulo de Jesucristo dedicado y bautizado guarda cierta similitud con casarse. En muchos países, a la boda le preceden varias etapas. El hombre y la mujer se conocen, se familiarizan el uno con el otro y se enamoran, después de lo cual se comprometen. La boda hace público lo que los contrayentes han decidido en privado: casarse y vivir juntos como marido y mujer. Es la boda lo que señala públicamente el inicio de esa relación especial. Esa fecha marca el inicio del matrimonio. Así mismo, el bautismo señala el comienzo de una vida consagrada a andar en una relación dedicada con Jehová.
Veamos otro paralelismo. Después de la boda, los cónyuges deben profundizar y madurar el amor que se tienen. Para acercarse aún más el uno al otro, ambos deben procurar con altruismo mantener y reforzar la relación marital. Si bien nosotros no nos casamos con Dios, tras el bautismo tenemos que esforzarnos por mantener una relación estrecha con él. Jehová observa y valora el empeño que ponemos en hacer su voluntad y se acerca a nosotros. “Acérquense a Dios —escribió el discípulo Santiago—, y él se acercará a ustedes.” (Sant. 4:8.) 


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